28 de Marzo 2004
Las olas
El mar sólo es un cojunto de
olas sucesivas, igual que la vida
se compone de días y hora, que
fluyen una detrás de otra. Parece
una división muy sencilla, pero
esta operación, incorporada a la
mente, ha salvado del naufragio a
innumerables marineros y ha ayudado
a superar en tierra muchas
tragedias humanas. Recuerdo haberlo
leído, tal vez, en alguna novela
de Conrad. Se en medio de
un gran temporal el navegante
piensa que el mar encrespado forma
un todo absoluto, el ánimo
sobrecogido por la grandeza de
la adversidad entregará muy
pronto sus fuerzas al abismo; en
cambio, si olvida que el mar es un
monstruo insondable y concentra
su pensamiento en la ola concentrada
que se acerca y dedica todo el
esfuerzo a esquivar su zarpazo y
realiza sobre él una victoria singular,
llegará el momento en que el
mar se calme y el barco volverá a
navegar de modo placentero. Como
las olas del mar, los días y las
horas baten nuestro espíritu
llevando en su seno un dolor o un
placer determinado que siempre
acaba por pasar de largo. Cuando
éramos niños desnudos en la
playa no teníamos conciencia del
mar abstracto sino del oleaje que
invadía la arena y contra él se
establecía el desafío. Cada ola era
un combate. Había olas muy
tendidas que apenas mojaban nuestros
pies y otras más alzas que
hacían flotar nuestro cuerpo;
algunas llegaban a inundarnos
por completo con cierto amor apacilbe,
pero, de pronto, a media
distancia de nuestro pequeño
horizonte marino aparecía una gran
ola muy cóncava adornada con
una furiosa cresta de espuma que
era recibida cin gritos sumamente
excitados. Los niños nos preparábamos
para afrontarla: los más
audaces preferían atravesarla
clavándose en ella de cabeza, otros
conseguían coronarla acomodando
el ritmo corporal a su ambestida
y quienes no veían en ella una
lucha concreta sino un peligro
insalvable quedaban abatidos y
arrollados. Con cuanto placer
dormía uno esa noche con los
labios salados y el cuerpo cansado,
abrasado por el sol pero no vencido.
La práctica de aquellos baños
inocentes en la orilla del mar es la
mejor filosofía para sobrevivir a
las adversidades. El infinito no
existe, el abismo sólo es un
concepto. Las pequeñas tragedias de
cada día se componen de olas
que baten el costado de nuestro
navío. La única sabiduría consiste
en dividir la vida en días y horas
para extraer de cada una de
ellas una victoria concreta sobre
el dolor y una culminación del
placer que te regale. Una sola ola
es la que te hace naufragar. De
esa hay que salvarse.
Manuel Vicent
Escrito por Chica Mel a las 28 de Marzo 2004 a las 05:12 PM